Many of us have felt the pull to prioritize seeking a deeper, more intimate relationship with God, His Word, and His Spirit. We are being called to walk away from all that distracts us, lies to us, and imprisons us.
We’re being wooed back to His presence; the place that’s really our inner circle, where we’re accepted, comforted, empowered, and shown wonders. That’s really where we’re supposed to abide.
It’s time to cut ties with temporal, lifeless things, to walk beside His rivers of living waters, and embrace the eternal treasures awaiting us. It’s always been God’s intention for us to really 𝘬𝘯𝘰𝘸 Him.
When Jesus died on the cross, the veil of the Jewish temple ripped in half. This was the veil separating the Holy place from the Holy of Holies—the earthly dwelling place of God’s presence. The veil marked a separation between the earthly dwellers and the Creator. When the veil of Jesus’ skin tore open with the nails of death on the cross, it opened up a way behind the veil into fellowship with God—a life-giving intimacy.
There is a thin veil of separation between this earthly realm and the spiritual one. It requires accepting the 𝘰𝘯𝘭𝘺 way in, through Jesus Christ and His Spirit, to see and hear the secrets of God’s kingdom.
Surrendering to a lifestyle of holy spiritual habits is not really about what we do, but who we 𝘴𝘦𝘦𝘬 and who we 𝘣𝘦𝘤𝘰𝘮𝘦 in the process.
The following are some questions to help you do that.
Will you prioritize God above all?
Will you surrender your will?
Will you set aside plenty of time?
Will you partner with Holy Spirit?
Will you abide in the secret place?
Will you persevere when it’s hard?
Will you pray for God’s direction?
And you will seek Me and find Me when you search for Me with all your heart. —Jeremiah 29:13
Muchos de nosotros hemos sentido la necesidad de priorizar la búsqueda de una relación más profunda e íntima con Dios, Su Palabra y Su Espíritu. Estamos llamados a alejarnos de todo lo que nos distrae, nos miente y nos aprisiona.
Estamos siendo atraídos a regresar a Su presencia; el lugar que es realmente nuestro círculo íntimo, donde somos aceptados, consolados, empoderados y donde se nos muestran maravillas. Ahí es realmente donde se supone que debemos permanecer.
Es hora de cortar los lazos con las cosas temporales y sin vida, de caminar junto a Sus ríos de aguas vivas y abrazar los tesoros eternos que nos esperan. Siempre ha sido la intención de Dios que lo conozcamos realmente.
Cuando Jesús murió en la cruz, el velo del templo judío se rasgó por la mitad. Este era el velo que separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo: la morada terrenal de la presencia de Dios. El velo marcó una separación entre los habitantes de la tierra y el Creador. Cuando el velo de la piel de Jesús se rasgó con los clavos de la muerte en la cruz, se abrió un camino detrás del velo hacia la comunión con Dios: una intimidad que da vida.
Existe un fino velo de separación entre este reino terrenal y el espiritual. Requiere aceptar la única manera de entrar, a través de Jesucristo y Su Espíritu, para ver y oír los secretos del reino de Dios.
Rendirse a un estilo de vida de santos hábitos espirituales no se trata realmente de lo que hacemos, sino de a quién buscamos y en quién nos convertimos en el proceso.
Las siguientes son algunas preguntas que le ayudarán a hacerlo.
¿Darás prioridad a Dios sobre todo?
¿Renunciarás a tu voluntad?
¿Dedicarás mucho tiempo?
¿Te asociarás con el Espíritu Santo?
¿Permanecerás en el lugar secreto?
¿Perseverarás cuando sea difícil?
¿Orarás por la dirección de Dios?